Como todavía era temprano todavía para entrar a trabajar, Víctor decidió que lo mejor sería entrar en el bar de la esquina “Punto de encuentro” para tomarse una cindor y sobre todo usar el baño, que era lo que correspondía hacer a esa hora.
Lo primero que vió al entrar fue, como pasa siempre en esos lugares, la presente ausencia del papel higiénico, pero esto no le importó porque venía ya munido de paquetes de carilinas. Hasta aquí todo muy bien.
El problema se presentó cuando, tras repetidos esfuerzos, comprobó la imposibilidad de desalojar el incómodo contenido de sus intestinos. Agobiado dijo en voz alta “no hay caso, no se puede”. Para su sorpresa, una voz le contestó desde afuera “claro que NO se puede, ¿y sabe por qué?, no, no sabe, ¡Pero yo si se! Tras lo cual la persona que había dicho esto, quienquiera que fuese entró en el diminuto cubículo seguida por otro que llevaba planos e instrumentos.
– Es como yo te decía, Ramón, el diseño es pésimo, la gente no puede cagar sentada en éste inodoro mal construído.
– Pero ingeniera, seguimos sus indicaciones al pie de la letra…
Victor sentado en el inodoro con los pantalones y la ropa interior bajos, los miraba discutir perplejo.
– Disculpen, a lo mejor no se han dado cuenta, pero yo estoy ocupando el baño.
Usted se calla dijo la mujer que había entrado primera. A ver si ahora usted me va a venir a enseñar diseño a mí que estudié en “jarvar” y en “sheil” años de mi vida, años perdidos, ¿ve? Para que después venga un mocoso sentado en un inodoro a darme clases…tome las medidas, Ramón, hágame el favor, antes de que a alguien más se le ocurra importunarme, vamos a hacer los cambios que hacen falta, yo soy una profesional seria.
– Si, ingeniera
Victor observó con incredulidad al señor vestido con mameluco gris agacharse y empezar a maniobrar por entre sus piernas con el centímetro y los compáses. Haga el favor de levantar un poco los pies, gracias.
Espantado ante lo tétrico de la situación decidió levantarse la ropa y salir de ahí cuanto antes. En eso estaba cuando una tercera persona hizo su aparición dentro del diminuto cubículo, era el espiritista que trabajaba de curandero en un local de arriba del bar.
- Vine a ayudarte- dijo, y sin ningún otro preámbulo puso una mano sobre la cabeza de Víctor y empezó a repetir unas fórmulas monocordes. Por increíble que pueda parecer, esto surtió efecto, un minuto después, comenzaba a evacuar no sin poca dificultad y totalmente asombrado por la situación, pero aliviado a fin de cuentas.
Cuando estaba en lo mejor, una cara conocida se asomó por la puerta, era Wendy, su ex novia Acá estabas Victor, por fin te encuentro, dijo al tiempo que entraba en el cubículo. Ignorando completamente toda la actividad que estaba teniendo lugar dentro, se sentó en el bidet de al lado, se cruzó de piernas, encendió un cigarrillo y agarró la mano de Víctor.
– Estuve hablando con mucha gente acerca de vos y todos coinciden en lo mismo, tenés problemas Víctor, es obvio que no podés enfrentar una relación madura porque nunca resolviste el edipo que te provocó la castración que significaba el separarte de tu madre a los dos años por tanto tiempo, yo te hubiera ayudado pero estás desarrollando una personalidad neurótica, ¿Entendés Victor? Yo ya entendí todo, por eso quiero ayudarte, lo malo es que no cooperás, yo se que el dejarme a mi actuó como mecanismo de defensa inconsciente, pero eso es algo que tenés que trabajar, tenés que elaborar el duelo, ¿Entendés, Victor?
Una quinta persona se asomó por la puerta, era un tipo muy bien vestido que la señaló con el índice
– Psicóloga supongo
- Bueno, no todavía, es mi segundo año en la carrera
– Me presento, soy Sergio, de abogados sin fronteras, mucho gusto dijo alargando la mano para saludarla -El gusto es mio- dijo con una sonrisa, saludá al señor, Víctor.
Víctor ensayó una mueca de total incredulidad y estiró la mano a modo de saludo, Se escabulló en el momento que pudo pensando que nadie jamás le iba a creer eso. Consideró mejor no contarlo. Se lo contó a medias, sin embargo, a un amigo ya de vuelta en la oficina:
-¿Te parece que llegará el momento en que los actos más privados que uno pueda tener se conviertan en algo tan público que cualquiera pueda sentirse en el derecho de participar directa o indirectamente?
– Qué pregunta, ni idea. Pero por otra parte, ¿Alguna vez te pusiste a pensar que muchos de los actos que creemos privados o sectoriales en realidad pueden involucrar a muchísima gente que está completamente en contra de lo que queremos llevar a cabo?
– ¿Un ejemplo?
– Woodstock, en realidad fue la manera que tuvo del sistema de absorber a los hippies de vuelta dentro de si mismo, ¿O quién te pensás que puso los millones de dólares que costó? ¿Ellos haciendo sahumerios? No, querido, pusieron la mosca y asi fue como tiraron de la cadena, y la ideología se fue por el caño nomás.
– La verdad que no lo había pensado, che. Qué cagada.
En la esquina de ese barrio eran ya las nueve de la noche, el bar “Punto de encuentro” estaba completamente vacío. Dentro del cubículo sanitario, en el inodoro, se encontraba aún el producto de aquella mañana. Parece que nadie había tenido oportunidad de tirar de la cadena.
Flotaba con parsimonia en el agua cristalina, tenía vetas verdes, como de espinaca.
¡Muy bueno!
El Otoño en Pekín, de Boris Vian (es un halago).
Esto me suena a cuando hablamos de pinos… y no tiró nadie de la cadena.
¡Qué lindo paisaje!
jajajaja, muy bueno…
el remate de la última oración es genial
Bender: ¡Muchas gracias! La verdad no leí Otoño en Pekín, pero Vian es un gigante y no hay punto de comparación, en su otoño yo soy una hojita seca caída de algún árbol. 🙂
Priki: bueno, si mucho de eso es la base sustancial del texto 😉
Max: gracias! El remate de la última oración es, probablemente, lo único verídico.